Hay momentos en que los retos nos sacan de la jugada.
A veces es una crisis emocional. A veces un revés profesional. En mi caso, fue algo tan simple —y a la vez tan potente— como una influenza. Una semana en cama, sin energía, sin poder avanzar con nada de lo que tenía planeado.
Y claro, al inicio me frustré. Sentía que el mundo seguía girando y yo estaba atrapado en pausa. Pero con los días, entendí algo: esas pausas forzadas también tienen su propósito.
Son momentos incómodos, sí. Pero también valiosos.
Porque cuando la rutina se detiene, aparece el espacio para algo que normalmente evitamos: pensar.
Pensar en lo que hacemos cada día.
En si lo hacemos por convicción o por costumbre.
En si lo que nos mantiene ocupados… también nos mantiene vivos.
¿Estamos viviendo o solo matando el tiempo?
En medio de la enfermedad, me hice preguntas incómodas:
- ¿Esto que hago todos los días me llena… o solo me distrae?
- ¿Estoy avanzando hacia algo que realmente quiero?
- ¿Estoy presente en mi vida o solo reaccionando?
Es curioso cómo el cuerpo, cuando se apaga un rato, enciende otras cosas. Te obliga a mirar hacia adentro. A bajar el ruido externo. A ver lo esencial.
Y te das cuenta de que muchas cosas que antes parecían urgentes, no lo son.
Y que muchas cosas que ignorabas… son las verdaderamente importantes.
Estar en pausa no es el problema
Vivimos con miedo a detenernos. Como si frenar unos días significara fracasar. Como si descansar fuera perder el tiempo. Como si enfermarse fuera una debilidad.
Pero no es así.
Estar en pausa no es el problema. El problema es no aprovecharla.
Una pausa puede ser un reset. Una oportunidad para reconectar contigo. Para replantearte tu camino. Para tomar fuerza, no solo física, sino mental y emocional.
No siempre lo elegimos, claro. A veces la vida lo impone. Pero aun así, lo que hacemos con ese tiempo… depende de nosotros.

Así que, la próxima vez…
…que la vida te obligue a frenar, no pelees tanto con eso.
Quizá es justo lo que necesitas.
Una pausa para reconectar.
Para recordar lo esencial.
Y para volver, no como estabas, sino un poco más claro, más presente, más tú.
— J.